viernes, 7 de octubre de 2011

PATRIMONIO HISTÓRICO




Románico romántico. Una virgen de madera
Por José Miguel Lorenzo Arribas

... La Virgen románica de Sopeña, procedente del pueblo de San Andrés del Congosto (Guadalajara), desapareció del mismo durante la Guerra Civil y, tras una historia de película, se conserva en el Museo Diocesano de Arte Antiguo de Sigüenza. Se trata de una pequeña talla monolítica de madera de Virgen coronada y sedente con Niño, hierática, frontal, de grandes ojos almendrados. Una pequeña joya, vaya, a pesar de haber perdido la policromía que en su día tuvo.

El cronista provincial Francisco Layna Serrano la incluyó en su libro La provincia de Guadalajara (1948) como parte del patrimonio destruido en la Guerra Civil, pero poco después descubrió la existencia de dicha talla entre los fondos del madrileño Instituto Valencia de Don Juan, «gracias a usted que pudo salvarla de la destrucción, conforme acredita un papel clavado al dorso [de la talla] con chinchetas», según carta del alcarreño al soriano Juan Antonio Gaya Nuño. El epistolario entre ambos amantes del arte continúa, y gracias a él sabemos cómo a Gaya, efectivamente, se le debe el rescate in extremis de la Virgencita románica. Estando en el pueblo como miliciano del batallón Numancia, «cuando los milicianos se disponían a quemarla se apoderó de la Virgencita de la Sopeña so pretexto de querer calentarse haciéndola ascuas en la lumbre de su alojamiento», salvando así la talla, y depositándola en el Instituto Valencia de Don Juan, a la sazón dirigido por Gómez Moreno, su maestro y amigo. Quizá fue por proteger a Gaya por lo que en los archivos de dicha institución no figura ni fecha de entrada ni de salida ni donante ni circunstancias. Es como si no hubiera pasado por allí. Pero sí que pasó, y de Madrid pasó a la catedral de Sigüenza, por la mediación de Layna, que, siendo afecto al régimen franquista, escribió un artículo en El Alcázar encendidísimo de elogios a Gaya (poco tiempo antes excarcelado, tras cumplir condena por republicano, y en el ostracismo por su negativa insobornable a jurar los principios del Movimiento). Una preciosa historia, con una Virgen de por medio, en la que se superan las diferencias políticas entre dos personas. Una historia que perduraría de por vida, pues la relación entre ambos eruditos no se interrumpió, ni tampoco el aprecio mutuo personal e intelectual.

Gaya Nuño une su nombre, así, al de otros muchos esforzados ciudadanos que arriesgaron literalmente su vida durante la Guerra Civil por salvar el patrimonio artístico desde las filas del bando republicano. Otra historia más que sólo ahora comienza a contarse, a hacerse pública. Entre ellos, mencionamos a su maestro Manuel Gómez-Moreno, Gudiol i Ricart, y muchos personajes menos conocidos, como el militante de la CNT Antonio García Lamolla en Lérida y otros héroes anónimos que esperan pacientes a que se les haga justicia. Estos tres últimos testimonios, y muchos otros parecidos, se recogen en un reciente libro, tan espeluznante como documentado, de José Luis Hernando Garrido, que desde aquí les invito a leer: Patrimonio histórico e ideología. Sobre vandalismo e iconoclastia en España: del siglo xix al xxi. Escrito, por cierto, por uno de los grandes especialistas en románico. Al igual que Gaya Nuño, que aunque pasara a la historia como crítico de arte, redactó en 1933 su tesis sobre el románico en la provincia de Soria (tuvo que esperar a 1946, y a su salida de la cárcel, para verla publicada). Gómez Moreno, por cierto, estuvo una vez más allí, en el tribunal, al lado de Gaya.

Una historia preciosa, romántica casi. Y la talla como símbolo de la reconciliación, y muestra de tantas alianzas, al margen de la tendencia política, que se produjeron durante la maldita Guerra Civil entre personas buenas. También habrá que investigarlas y darlas a conocer, tres cuartos de siglo después de los sucesos.

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